El Sanedrín llevó a un reo a quien acusaba de instigador contra el César. Y le pidieron que lo crucifique. Y fue interrogado por el gobernador romano de quien se esperaba que haga cumplir la ley sin miramientos. Y sin hallar mérito y para liberarse de esa situación el Prefecto lo remitió al Tetrarca Galileo. Este lo devolvió aduciendo no tener competencia. Nuevamente el acusado regresó ante el gobernador. Y la acusación cambió a que el reo se declaraba Dios. Y en un intento por liberarse trasladó esa responsabilidad al populacho que pedía la pena de muerte. Debían escoger entre dos reos, a uno se le perdonaría. Sucedió