Es notorio para el ojo interesado en lo que pasa a su alrededor que la inseguridad en el país ha incrementado, no es posible el no darse cuenta de una realidad tan grave. Hablemos en concreto de Quito, históricamente, una ciudad que abuelos e incluso padres calificaban como: “transitable en las madrugadas” o como “pacífica”; sin embargo, hoy es totalmente distinta, la delincuencia se encara ante los civiles, ante los transeúntes que se encontraron el peor lugar en el momento inoportuno. Los ciudadanos, apuntan la culpa a: la Policía, la justicia e incluso a la sociedad; lo cierto es que, ni la Policía, ni el aparato judicial pueden hacer nada ante un fenómeno siempre creciente. Las normas no deben endurecerse, sino que la eficacia del poder judicial debe empezar a ser el foco de combate en contra de la delincuencia, sin normas que se evadan mientras la impunidad reina.