La antítesis de la corrupción constituye sin duda, la honradez. Pero ¿qué significa ser no honrado, desde que punto una acción lícita se convierte en ilícita, existe discrecionalidad para el nivel jerárquico de un servidor público, etc., etc., etc.? Son demasiadas preguntas, innumerables variables y una infinidad de personalidades y personas. Y claro está, una respuesta obvia: somos una sociedad corrupta, que la tolera, la solapa o la promueve. Para ejemplo, en mi tercer reingreso como servidor público, ufano y orondo el “líder” de Talento Humano, en alusión a los permisos para atención médica en el IESS, refería que está autorizado dos horas de la jornada laboral para esta actividad. ¿¡Dos horas ¡?, en un imaginario significaría residir a la derecha inmediata del lugar de trabajo e ipsilateralmente a la izquierda, con la unidad del IESS. Traducido al castellano popular se interpreta como: prohibido enfermarse, fúguese de su lugar de trabajo sin que yo me entere, desdóblese en tiempo y espacio, o simplemente, no acuda a trabajar y presente luego un certificado médico que justifique su ausencia sin importarme que en el mismo consten permisos de reposo absurdos y convenencieros. Y en tiempo de pandemia, el principio heurístico de disponibilidad explica como el último argumento de certificar la ausencia laboral, resulta ser infectocontagiosa, de dominio público y de aceptación legal. Llegando a observarse acciones incoherentes y sinvergüenzas de compañeros, que, aunque fungen de médicos y médicas, a la menor dolencia física o antipatía por el trabajo somatizan sintomatología que una vez certificada su existencia, justificaría no acudir a laborar. Y lo más curioso, con un libreto que se maneja con apego estricto a un itinerario acordado con anticipación, cuando retorna un convaleciente, inmediatamente éste es reemplazado por un nuevo “enfermito”, a vista y paciencia del líder de Talento Humano, ufano y orondo.