¿Es tan necesario publicitar las obras públicas con gigantescas (y costosas) vallas que contaminan el paisaje para señalarnos que allí se está ejecutando una obra del Gobierno, la Prefectura o la Alcaldía?
Desde la época de aquellas renombradas “Otra obra de León” hasta las actuales “Obra financiada por la Revolución Ciudadana” no sabemos qué hacer con tanta cháchara publicitaria que además, es de falsedad absoluta, porque quienes financian las obras somos los contribuyentes, no los funcionarios del Gobierno con dinero de su bolsillo (como sugiere la frase).
Por donde quiera que se vaya existen estas vallas para “informarnos” que la Alcaldía está repavimentando o que el Gobierno está construyendo tal puente, hospital público o escuela nueva. Hasta el equipamiento y las remodelaciones internas de edificios públicos son pretexto.
Nadie nos informa, en cambio, del despilfarro absurdo, que esas vallas nos representa a quienes las pagamos con nuestros impuestos. Esos son “gastos reservados” e ignorados. Cabe resaltar que, para completar la dosis y terminar de dañar el panorama, también los constructores privados se han contagiado de esta plaga y colocan sin medida ni pudor, enormes vallas del tipo “últimos departamentos a la venta” para publicitar sus proyectos inmobiliarios. En el aeropuerto de San José existe un letrero que nos enseña a decir la verdad: “Este aeropuerto fue financiado por los ciudadanos de Costa Rica” ¿Qué tal? Pero en el país nosotros, los supuestos mandantes, no tenemos ninguna prerrogativa frente a los malos manejos que hacen nuestros mandatarios.
No existe publicidad que reemplace a una obra bien planificada y ejecutada en beneficio y para el progreso que contribuya al bienestar de la sociedad en su conjunto. Más vale limpiar el paisaje de tanta propaganda agresiva y destinar esos dineros a “Otra obra de los contribuyentes”.