Los modelos de Estado Benefactor (alto gasto público, financiado con impuestos), solo son sostenibles en el corto plazo, es decir, mientras duren las condiciones de bonanza en el mercado internacional (del petróleo en el caso del Ecuador). Se citan con frecuencia, como ejemplo, a los esquemas de desarrollo nórdico: Finlandia, Suecia, Noruega, etc. Olvidándose que primero esos países tuvieron altas cifras de crecimiento y que después redistribuyeron la riqueza entre sus habitantes.
En esas naciones, el porcentaje de impuestos directos (los que gravan el patrimonio personal y empresarial), son del 40% frente al PIB. ¿Son asimilables esos modelos al caso ecuatoriano?, muy poco, por la falta de cultura tributaria en el país. Y porque además, el ciudadano común no está dispuesto a entregar al Estado, casi la mitad de su riqueza, para que los gobiernos de turno la dilapiden en: más ministerios, más publicidad y más obras de relumbrón.
En este contexto de caída del precio internacional del petróleo, necesitamos cambiar urgentemente de un modelo de desarrollo basado en el Estado, por otro más pragmático y de mercado, que atraiga mayor inversión privada nacional y extranjera a nuestro territorio. ¿Cómo? Firmando tratados o acuerdos de comercio mutuamente beneficiosos. Ejemplo: Ecuador, cuyo Gobierno dice que es malo abrirse al mundo y a la globalización, atrajo en el 2011 apenas 550 millones de dólares como inversión extranjera directa (la que aumenta la producción y el empleo); mientras nuestros “bobos aperturistas” vecinos: Perú y Colombia, captaron a sus territorios: alrededor de 7 mil y 14 mil millones de dólares, respectivamente; según cifras de la Cepal.