Nuevo Alcalde

Mientras en el Municipio, calles, parques y donde se pueda, unos hacen la danza de la lluvia; otros dicen: “Ojalá Dios mande las aguas”, “Dios permita que ya no se quemen los bosques”, “Dios nos proteja y nos mande un buen aguacero” o “Dios quiera que atrapen a esos asesinos de la naturaleza y paguen lo que han hecho”.

Están llegando ya las lluvias y se escucha a la gente decir: “Dios nos protege” o “gracias Dios mío porque ya llovió”, también  “gracias por enviar a la milagrosa Virgen de Guadalupe y de regalo nos trajo la lluvia que tanto la necesitábamos”.

No quiero ser irreverente con el Dueño de todos y de todo, pero ya que lo nombramos tanto por ser justo y benévolo,  el único que pudo controlar los incendios forestales, el único que cumplió dándonos lo que hemos pedido, el único que sabe cómo se está destruyendo Quito mientras algunos duermen y sueñan en paraísos acomodados a su poderoso bolsillo, el único que no necesita, fotos, bailes, mentiras y sonrisitas fingidas. Nomino a Dios, como nuestro nuevo alcalde.

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