Luego del inicio del año escolar en la Sierra los efectos de la incauta decisión de las autoridades educativas de incrementar la jornada laboral del Magisterio generan previsibles complicaciones que afectan más la esquelética calidad educativa del país. El cambio en el tiempo de trabajo de hora pedagógica a hora reloj acarrea negativos resultados al ámbito educativo. Existe un incremento real de trabajo no remunerado, en oposición al engaño de una homologación salarial que no acrecienta los ingresos. En la toma de esta medida no se analizó la profundidad de la labor docente ni el desgaste intelectual, físico y emocional al que se hallan sujetos los educadores, quienes por una mañana completa manejan grupos de seres humanos que demandan de sus maestros altos niveles de concentración, manejo de voz, actitud dinámica, esfuerzo creativo, fortaleza emocional y más aptitudes que confluyen en un desgaste físico y emocional elevado. Ser docente implica iniciar el trabajo tempranamente frente a niños, niñas o jóvenes que tienen el derecho de recibir una enseñanza profesional y por lo mismo requieren de una actitud docente jovial, alegre, participativa; aspectos que a corto plazo difícilmente se podrán mantener si el educador, luego de siete u ocho períodos de clase tiene que extender su jornada laboral sin una alimentación adecuada, sin el descanso pertinente.
Tenemos como resultado un cuadro de explotación laboral, cansancio intelectual, desfases alimentarios y más alteraciones biológicas y psíquicas que confluirán en una planta docente enferma, desmotivada, resentida socialmente. Con esta medida, ¿Realmente se quiere mejorar la educación o se busca destruirla para contar con generaciones sumisas a las que se las puede someter sin dificultad alguna?