Winston Churchill, sabio estadista y visionario y gran héroe civil de la Segunda Guerra Mundial, dijo: “Cada ciudadano un voto y cada voto un valor.”
El domingo 19 de febrero de 2017, los ecuatorianos ejerceremos la íntima confesión de nuestras conciencias con las urnas. Y ella debe representar lo que somos, lo que rechazamos y lo que anhelamos. Lo que somos como personas que, en el marco de los principios y valores, vivimos la moral individual, la ética social y la cívica como ciudadanos de bien.
Y lo que deseamos para el Ecuador nuestro y de nuestros hijos y nietos, en función de un auténtico Estado de Derecho en el que imperen los derechos humanos universales y las libertades fundamentales, las instituciones de la democracia, las columnas de la república, la seguridad jurídica, la honradez y transparencia de los procesos electorales, la libertad de pensamiento y de expresión, un orden económico de progreso, justicia e inclusión sociales y de pleno empleo y la independencia de las funciones, que investigue la corrupción rampante, aplique la justicia con rigurosidad y erradique la impunidad desafiante y garantizada.
El Ecuador debe, entonces, desahuciar democráticamente al neopopulismo fascista del siglo XXI, cada vez más reaccionario y cada día más opresor, constituido en la signatura de la década perdida.
Si anhelamos con amor de Patria que no pocas veces es también dolor de Patria, mejorar nuestra calidad de vida y dignificar al Ecuador –interna e internacionalmente– procedamos pues en consecuencia y honremos nuestro voto, honrándonos a nosotros mismos.