Fuimos a la playa. Qué rico viaje gracias al buen estado de las vías. Incluso, me atreví a manejar. Hasta le podría dar mi voto a Correa, pensé. Y luego vi el puente: lindo escenario deportivo para quienes nos gusta trotar o montar bicicleta. No me importó los cortes de luz y agua en Bahía.
¡Qué puente! ¡Qué vías! Mi intención de voto por Correa era grande. De regreso mi fascinación con las carreteras de la revolución crecía hasta que llegamos a Quito y el trancón y los baches me iban recordando la inseguridad, la violencia, los insultos, las cadenas, la amenaza a las libertades.
Al llegar a Cumbayá mis sentidos se aclararon por completo: ¡Un asesinato en la vía! Un amigo, joven padre de familia, hombre bueno. Días antes, con Francisco y su familia nos encontramos en la playa. Lo recuerdo sonriente al filo del mar con el dichoso puente en el fondo. ¡Jamás regalaré mi voto!