¿Por qué no la Presidencia?

Como una especie de oasis, en medio del abrupto desierto del totalitarismo, se destaca la acción humanista del vicepresidente  Lenín Moreno, quien  con la persistencia - fruto de su madurez emocional, convicción ideológica y fidelidad a un proyecto político auténticamente  revolucionario, que lamentablemente degeneró en un caudillismo a rajatabla-  ha logrado marcar una gran diferencia entre la cursi novelería del izquierdismo bobo y la pragmática ejecutoria  de un humanismo de izquierda auténtico y trascendente.

Lo que ha logrado el vicepresidente Moreno, sorteando los vericuetos del canibalismo caudillista y del servilismo imperante, para salvar en algo el proyecto inicial, demuestra que tiene  las agallas suficientes  para consolidar un proyecto político revolucionariamente orientado a la sensatez,  la moral y la justicia, que es el imperativo del momento histórico. No creo que a estas alturas se subordine a la orden totalitaria del silencio cómplice, porque fue elegido por el pueblo y no

es subordinado del caudillo, y tiene mucho qué decir y mucho qué  proponer, porque tiene que marcar las grandes diferencias entre el humanismo de izquierda  y el totalitarismo cavernario; y, descubrir su gran imagen presidencial que se sintoniza con la necesidad histórica y humanista de los tiempos. Ahí tenemos a nuestro alcance una  real posibilidad de reivindicar la República, la moral, la justicia y las libertades y derechos fundamentales. ¿Por qué no la Presidencia, señor Vicepresidente?

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