Luego de los resultados del proceso electoral venezolano, vemos que el presidente Maduro ha puesto en práctica una personalidad bipolar. Por un lado, acepta humildemente los resultados catastróficos para su tienda; y, por otro, lanza una serie de amenazas, llamando a una acción cívico-militar para defender la revolución bolivariana de la grave amenaza que significa un pueblo sin miedo y sin venda.
Sin embargo, lo sorprendente es descubrir que en el país hemos tenido un madurito que en forma también bipolar, antes de un nuevo resultado electoral catastrófico, que ya lo presiente, lanza una serie de amenazas, pretendiendo amedrentar a nuestro pueblo, que a partir del 23-F perdió el miedo y la venda.
Las amenazas de muerte cruzada vertidas, en caso de una nueva derrota catastrófica, no tienen asidero ni jurídico ni político, pues a la facultad que el art. 148 de la Constitución, otorga al Jefe de Estado, existe la del artículo 130, que faculta a la Asamblea Nacional destituir al Presidente por arrogarse funciones que no le competen.
En todo caso, el sueño de una futura pugna de poderes, se convertirá en su más aguda pesadilla, porque cuando se destape el más grande derroche clientelar de la vida republicana, no habrá página de la historia que reivindique el nombre de nuestro inmaduro ‘madurito’.