Hace muchos años, el renombrado pintor Oswaldo Guayasamín estampó su firma a mano alzada en el mural del Congreso Nacional –hoy
Asamblea- y lo hizo con el brazo desnudo, el pulso firme y la faz serena, como denunciandoal mundo su ancestral mestizaje de siglos. Y al firmar, Guayasamín protocolizó su autoría del imponente mural, al propio tiempo que dejó caer de su paleta la mágica pedrería de creación artística, para que la recoja el lienzo perdurable e indeleble de la epopeya histórica de los pueblos indoamericanos. Cabe destacar que las imágenes nacidas del genio de Guayasamín son una síntesis de la tradición del arte indígena americano, pues, la fuerte y recia expresividad de sus cuadros quedaron plasmadas en ‘Huacayñan’ y ‘La Edad de la Ira’, que le hicieron acreedor al Gran Premio de la III Bienal Hispanoamericana de Barcelona.
‘Ecuador, frustración y esperanza’, se denomina aquel mural, testigo de cargo de un desfilar sin sosiego de ‘padres de la Patria’, que atraídos por el sincero afán de servir a la colectividad o simplemente seducidos por el cálido muelle de una curul, muchos de ellos concurren únicamente a bostezar por turnos en el Parlamento Nacional, mientras la imagen del pueblo incauto que los eligió se difumina o se diluye gradualmente, lentamente, entre las nieblas de las componendas y de las ambiciones políticas y partidistas.