La noticia del presunto arreglo entre el gobierno de Correa y el PRE para traer al “Loco” no sirvió para sacar a la luz una trafasía política fraguada tras bastidores con el fin de burlar la justicia. Lo que sí consiguió fue el desate de una guerra de lenguas en la que los únicos perjudicados fueron mujeres y niños que no tienen la culpa del circo en el que sus respectivos parientes han convertido la política nacional.
La amenaza de la Ministra del MIES para que a Dalo Bucaram y Gabriela Pazmiño les quiten a sus hijos alegando la utilización de su imagen para “hacer política” fue un vil intento de callar a la familia Bucaram, y una muestra más de la doble moral con la que se manejan algunos funcionarios públicos.
Irónicamente los niños sí fueron utilizados, pero para chantajear a su familia con fines exclusivamente políticos. El uso del término “hijos del PRE” por una asambleísta de Alianza País evidenció que la elaboración de la normativa legal ecuatoriana está en manos de una persona que estigmatiza a niños inocentes por la afiliación política de sus padres, violando el principio de igualdad y no discriminación. El diluvio de comentarios denigrantes de Abdalá Bucaram en Twitter respecto de la nacionalidad de la esposa del Presidente, y sus definiciones misóginas de “la mujer ecuatoriana” (un acto de discriminación de género disfrazado de halago) nos dejan el mal sabor de un debate político en decadencia, donde el que más insulta se cree el más idóneo para dirigir los destinos de la patria. Y claro, en la guerra de insultos, mujeres y niños van primero.