En su enlace sabatino (de hace una semana), el Ec. Rafael Correa manifestó su asombro por las marchas. Decía, entre otras palabras, que “con tantas obras” no entendía los reclamos. Creo que el Primer Mandatario debería retomar sus inicios, tal como sugirió el papa Francisco a los clérigos. Volver la mirada hacia atrás y ver de dónde salimos. Saber que si llegamos es gracias al voto de los ciudadanos a quienes se debe servir, y es obligación escuchar a los de “buena fe” y a los otros –sin calificativos-.
Sí, efectivamente hay muchas obras que dan buena imagen al Gobierno. Por citar algunas tenemos avances en salud, educación, carreteras, hidroeléctricas, fin de tercerización, etc. Pero como nadie es infalible también se cometen desaciertos. Es por eso que las personas manifiestan sus discrepancias haciendo uso de su derecho a la libertad de expresión y de pensamiento consagrados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y en nuestra propia Constitución.
Para las reformas constitucionales, somos muchos los ecuatorianos que creemos que el camino correcto es una consulta, así como se lo hizo en la “metida de mano a la justicia”. Es el soberano quien decide, pero nos niegan ese derecho. Parecería que existiera una aparente política de prohibir: Prohibido pensar diferente –te acusan de golpista-, prohibido hacer parodias costumbristas, prohibidos los videos en la Asamblea, prohibido expresarse en redes sociales, prohibido vender la casa/terreno al precio que quieras, prohibido encarcelar a Mahuad, Duzac y Delgado; prohibido fiscalizar.
La voz del pueblo es la voz de Dios. Si bien es cierto que ganaron las elecciones, también es cierto que las urnas son el camino más democrático para zanjar diferencias -como en La Manga del Cura-, lo que dejaría sin piso las protestas. Tomo la expresión de Eloy Alfaro usada con frecuencia: “Nada para nosotros, todo para la patria”. Aquí la respuesta para el presidente Correa: Saber escuchar a sus mandantes pensando en la patria y aceptar la realidad con humildad.