Ya decía Jorge Luis Borges “La muerte es una vida vivida y la vida es una muerte que viene”, a todos nos incumbe la muerte, pero lamentablemente no se puede escoger cómo, dónde ni en qué circunstancias llegamos a ella, cuando nuestro enfermo es dado de alta porque no hay nada que hacer, comienza el desasosiego.
Además de la desolación de la muerte vienen los problemas que enfrentan las familias por el trabajo de todos sus integrantes y diferentes circunstancias que afrontan, por lo general es la familia la que tiene que velar a sus enfermos con total desconocimiento sobre los cuidados, así que sí creo que deben existir unidades públicas de cuidados paliativos para dar el bien morir y con dignidad a nuestros seres queridos.
Por supuesto que existen fundaciones que ayudan en esta etapa difícil, pero es costoso y no está al alcance de la mayoría de la gente, lo ideal sería morir en la casita, con sus familiares reunidos y en los cinco sentidos, pero no todo el mundo tiene ese privilegio, así que estas unidades se convertirían en esa mano amiga que en estas circunstancias tan terribles serían una ayuda invaluable.
Rectificación
En la caricatura de la página editorial publicada el sábado 1 cometimos un error. La caricatura corresponde a Pancho y no a Roque, como por equivocación publicamos. Disculpas.