Hemos visto al nuevo Ministro de Agricultura vestido de poncho y con sombrero campesino, iniciar sus labores. Bien por la agricultura y bien por el Ecuador. Su posesión inaugura por milésima ocasión la esperanza de la gente del campo que es la que da de comer al país entero. La que crea la mayor riqueza, siempre con las justas o a pérdida debido a tantas causas que son conocidas desde siempre. Y también a la politiquería y a la ideologización de la producción, que han destruido la productividad. Hasta aquí lo que decimos todos. Pero el problema más importante, el real problema, el que mata la productividad y trae el hambre es el de la venta de los productos a la hora de la cosecha, momento de la verdad en que el esforzado productor ve escurrirse cualquier ganancia en manos de intermediarios y mafias que son las que se llevan, de manera certera y sin ningún riesgo, entre diez y veinte veces el precio que llega a manos del productor. Se le habrá ocurrido al nuevo Ministro que lo más importante de su gestión debe ser encontrar soluciones reales y no simplemente enunciados para el problema de la comercialización de los productos agropecuarios? Cuándo veremos finalmente y de una vez por todas al mismísimo productor recuperar su derecho de vender sus productos en los mercados sin que los intermediarios y las mafias se lo impidan o le estafen? Supongo que el Ministro leerá esto y que luchará por dar respuesta a este clamor que es el verdadero clamor del agricultor ecuatoriano. De otro modo, el flamante ministro será uno más y en su día reemplazado sin pena ni gloria, mientras la agricultura continuará en la ruina, la injusticia en el productor agrícola y los alimentos en el cielo.