Actualmente, familias enteras se sienten desarraigadas de las tierras en donde fincaron sus esperanzas, donde pensaron que podían construir un futuro seguro para ellos y sus descendientes, hoy estos migrantes, viajeros sin rumbo, sólo llevan los sueños que en su patria les fue negado y reclaman un espacio en donde poder dar tranquilidad, paz y progreso a los suyos. Gobiernos autoritarios, envanecidos por el poder, suplen su triunfo con la mentira y entierran la soberanía con el poder absoluto. El despojo de la democracia se convierte en desangre fratricida propio de cobardes y conspiradores. Quieren obtener mayor libertad a costa de quitárselas a quienes verdaderamente la tienen.
Afortunadamente, la libertad se forja en el rostro de la aflicción, no deja que su corazón renuncie y desecha el infortunio a medida que avanza a donde la práctica de la justicia crea la paz entre sus semejantes.
Estos gobiernos totalitarios ponen su juicio por encima de aquellos que practican equidad y condenan como falso todo lo que no concuerda con su propia comprensión, olvidándose que respiran el mismo aire, siendo igual de humanos. Han escogido, por la ambición de poder y dinero, el sufrimiento de un pueblo, privándoles de salud, alimento y libertad. Ojalá en el futuro, estos marginados logren comprender la diferencia entre quienes dedican su vida hacer el bien a la comunidad y aquellos que solo la utilizan.