Tal frase, fue mi carta de presentación cuando ingresé al primer curso del Colegio “San Gabriel” en Quito, en calidad de alumno interno. Marcelo Moreano había ingresado dos años antes y tanto por su carácter siempre amistoso como por su inteligencia, se había ganado el aprecio de sus compañeros y profesores. Por lo tanto, no dudé en identificarme como su pariente.
Ambos procedíamos de familias afincadas en Otavalo, donde recibimos la educación primaria en la Escuela Católica “Ulpiano Pérez Quiñónez”; Marcelo, ya se distinguía como un aventajado alumno. Al terminar sexto grado, sus padres decidieron enviarlo a Quito para su instrucción secundaria y carrera universitaria. Luego de graduarse de bachiller en Humanidades Modernas en la especialidad de Biología, siguió Medicina en la Universidad Central del Ecuador y luego por insinuación y apoyo por parte de sus profesores y amigos: Dr. Augusto Bonilla y Dr. Miguel Salvador, bajo cuya dirección trabajaba en el Hospital Militar, fue a especializarse en La Habana y Chicago, adquiriendo conocimientos de modernas técnicas en el campo de la cardiología.
Dos de los innumerables colegas y amigos de Marcelo, Los doctores Rodrigo Fierro Benítez y Reinaldo Páez, talentosos articulistas de EL COMERCIO, en sendos artículos publicados los días 14 y 16 del presente mes, han tenido la bondad de dar a conocer con todo detalle la fructífera trayectoria e importantes logros de mi querido pariente, cuya partida a la eternidad lamento con profunda tristeza.
Mi intención al escribir esta carta, aparte de agradecer a los mencionados distinguidos Doctores Fierro y Páez, tiene el propósito de resaltar el espíritu bondadoso que Marcelo imprimía en el ejercicio de su profesión. Sus pacientes eran sus amigos desde el primer momento y los trataba con el cariño de una antigua amistad. Mis padres, a quienes tenía una especial deferencia, tuvieron la suerte de tenerlo como médico de cabecera y su cuidadoso tratamiento dio lugar a una larga vida.
Marcelo, de profunda fe cristiana, estuvo entre los profesionales designados para saludar a Su Santidad el Papa Juan Pablo II, cuando su visita al Ecuador y tuvo la oportunidad de estrechar su mano, hoy me imagino que estará junto a él en presencia de Dios. En un tiempo más, ya me tocará partir a su encuentro nuevamente presentaré mi credencial “Mi primo, el Moreano”.