Felicito a María Fernanda Restrepo y a su padre por el documental-denuncia que está en cartelera de cine. Descubrí que lo que había oído y visto en los medios es una mínima parte de la triste historia de la desaparición y muerte de Carlos Santiago y Pedro Andrés. Agradezco de corazón a la familia Restrepo Arismendi por perder el miedo, por no callar, por haber cambiado la mentalidad de los ecuatorianos.
Es una lástima que en nuestro país, cuando se trata de investigar a las fuerzas militares y policiales, le colocamos un halo de “reserva, misterio y temor”, como si ellos estuvieran en otra dimensión, cual “seres impolutos” que no se los puede mirar ni tocar. Ahí está el 30-S con informes reservados.
Ahora que el presidente Correa se ha comprometido a encontrar la verdad, cueste lo que cueste, me permito sugerir que a los policías que tuvieron contacto con los niños aquel 8 de enero de 1988, incluido Hugo España, se les haga una regresión mental con algún profesional, como Tony Camo, que de alguna manera ayudará a esclarecer la desaparición forzosa en manos de la Policía.