Poder de a mentiras

Parece que alguien quiere que impere la mentira, el accionar de ligerezas y muchas contradicciones durante este año preelectoral.

Que conviva la comunidad en incoherencias constantes y contradicciones políticas para mantener una falsedad irracional hasta las próximas elecciones. Ya son dos años sin resultados concretos: aún no hay nombres de los supuestos conspiradores del 30 de septiembre, ni de quién dio la orden de disparar frente a un hospital.

Y si no eran discursos proselitistas, hoy tampoco hay golpistas ni pruebas del supuesto golpismo o la subversión de los líderes responsables de ampliar la marcha del pasado 28 de marzo, realizada por una multitud de indígenas y ciudadanos comunes. En el aire queda la sensación del embuste gubernamental y engaño propagandístico para movilizar gente sin sentido crítico.

Discursos sin certezas son peligrosos porque roban esperanzas. No hay apresados en Cancillería, ni por el escándalo del caso de la narcovalija diplomática, pese a la denuncia de la Policía italiana, ni por el gasto para llenar plazas en otros países, ni por la manipulación para evitar acuerdos comerciales con la Unión Europea.

La credibilidad en quien lanza ocho discursos al día sin contenidos ni evidencias está en duda. Aunque jamás debió ser creíble pues siempre es falso alguien que hace leyes para gobernar a sus anchas, estatiza medios de comunicación para manejar su propaganda y manipula decisiones judiciales para imponer su verdad. Cuando el pueblo percibe la infamia como virtud, los días del difamador están contados.

Suplementos digitales