En los últimos tiempos los ecuatorianos y ecuatorianas nos hemos sentido atosigados, acorralados, enjaulados por la cantidad inusitada de mensajes que, dirigidos a lograr este objetivo, recibimos todos los días. Vemos, oímos y leemos infinidad de mensajes publicitarios sobre las bondades de las que disfrutamos; la salud es óptima, la educación de primera, la inversión extranjera crece todos los días (las cifras dicen lo contrario) la justicia es independiente, así sucesivamente.
Todos estos mensajes nos llegan con el estribillo de “publicidad autorizada por el Consejo Nacional Electoral” pretendiendo esta Secretaría de Estado, adjunta a la Presidencia de la República, hacernos tragar esta rueda de molino para decirnos que esta publicidad no es en apoyo al candidato Presidente.
De lograr ese objetivo nos llevaría a pensar que Su Excelencia el Jefe de Estado tiene razón cuando dice que somos incapaces, incompetentes y limitaditos; o quizá que el círculo que rodea a Su Excelencia concentra la totalidad de la sabiduría y la inteligencia ecuatoriana.
Desafortunadamente parecería ser que este criterio es contagioso, y así vemos cómo el señor Alcalde de Quito y su círculo creen que la mejor manera de preparar la futura reelección del Burgomaestre mayor es pavimentar y repavimentar, es abrir y cerrar huecos a lo largo y ancho de la ciudad sin ninguna planificación (desperdiciando las vacaciones y el verano y esperando el invierno para el inicio de los trabajos), con obras que se eternizan y que no tienen continuidad, y que lo único que han conseguido es causar el mayor caos de movilidad que recuerda la historia reciente de la ciudad de Quito.
¿Hasta dónde llega el aguante de los ciudadanos?
Cosas de la revolución ciudadana.