América latina dio hace poco, luces de vivir momentos de oscuridad, en sus realidades sociales, políticas, económicas y otras; Ecuador fue el primero en sacar a relucir un descontento social arraigado desde épocas pasadas.
Se enfrentó pueblo contra pueblo, y el resultado terminó con la destrucción de uno de los patrimonios de la humanidad mejor conservados, por el cimiento con el que fue construido el Centro Histórico de Quito; a parte de terceros.
Estas manifestaciones violentas provocadas por el gobierno y las organizaciones sociales, sacaron a relucir emociones y sentimientos jamás vistos en los últimos tiempos en la sociedad ecuatoriana. Cuanta violencia, Dios mío; lo que llevó a que los actores: gobierno y manifestantes decidan sentarse a la mesa para conciliar puntos que ayudarían aplacar la pasión con la que se subía el tono de la manifestación, el decreto ejecutivo (883).
Es ahí que surge un mecanismo legal y constitucional que ayudó aplacar la impotencia de todo un pueblo, la ‘mediación’ por medio de la iglesia y la ONU capitulo Ecuador. Ha llegado la hora de que las autoridades estatales, judiciales y la sociedad civil replanteen la mediación, como medio de solución de los conflictos, pero que desde el mismo Estado; se desaprovecha una manera de convivencia pasiva y de construcción de cimientos de una nueva generación.