El presidente Correa ha tratado de cuestionar y minimizar la marcha del 22 de marzo. Si bien inicialmente fue indígena y no muy numerosa, al llegar a Quito se incrementó considerablemente y a su paso por las calles fue masiva, conformada por indígenas, grupos sociales y gente del pueblo.
Al pasar la marcha, los habitantes de Quito aplaudían y ofrecían agua y alimentos. En la avenida Napo la masa humana era compacta y ocupaba más de un kilómetro, avanzaba entusiasta, eufórica, expresando sus reclamos.
Luego, el ingreso de la multitud al parque de El Arbolito tardó mucho mientras los autos saludaban con el pito. Estos episodios la prensa no ha informado los detalles.
El Presidente que estaba en su contramarcha, no podía percatarse de la masiva convocatoria y concentración de la Marcha por la vida y de la reacción favorable del pueblo, mal informado la minimizó, dedicándose a insultar y atacar a medios, grupos sociales y a quienes considera enemigos.
Debería observar la realidad, no solo escuchar a los que adulan y comprender que el apoyo del pueblo a la protesta fue porque está hostigado de confrontación, división y violencia.