Cuando acompañábamos a mi padre a sus conferencias sobre Derecho Internacional en Guayaquil llegábamos a un hotel llamado El Palace, éste tenía la particularidad de que a él concurrían las personas a conversar sobre política cosa que a papá le encantaba.
La atención era inmejorable. Los políticos con vaso en mano del mejor whisky parloteaban de diversos temas. Para mí era común oír hablar de política en Quito pero en Guayaquil era diferente. La vida tropical influenciaba en las maneras de expresarse.
Siempre terminaban estrechándose las manos aunque discrepaban en algún punto.Cierta ocasión y luego de desayunar salimos hacia el lugar donde daría una conferencia sobre el diferendo limítrofe entre Ecuador y Perú. Nos dirigimos a la esquina en busca de un taxi cuando frente a nosotros y de sopetón el ex presidente Otto Arosemena acompañado del Jaime Nebot Velasco llegaban a la misma esquina. Años atrás mi padre había discrepado públicamente con Arosemena luego de acompañarlo en su gobierno como Secretario General de la Administración.
Según mi padre, el gobierno se había entregado a la derecha política y ya no representaba la convergencia de las fuerzas políticas de izquierda y derecha que el Ecuador necesitaba en esos momentos. El distanciamiento personal subsistió por muchos años. Mi padre siempre nos insinuaba ser caballerosos con las personas que no pensaban como nosotros. Creo que se vio en una encrucijada, si saludar o no con Arosemena.
Los dos pasaron de largo. Jaime Nebot se acercó a saludar y pidió a papá que haga lo mismo con Otto Arosemena. Los dos se miraron y extendieron su mano. No era necesario hacer más. En ese día mi padre me dio otra gran lección con su mano bien extendida.