¿Será que tantas denuncias y noticias de la gente en los corrillos de familia y las redes sociales sobre la pobreza, desocupación, subempleo, violencia familiar, asaltos, robos, tráfico de droga, abusos de poder, explotación, lavado de dinero, violaciones, maternidad temprana, rupturas familiares, divorcios, ratería política, descomposición jurídica, descontento social no llegan a oídos de los altos mandos del Estado? ¿Se hacen de los oídos sordos o, a nadie importa el destino de las nuevas generaciones y del país? Los ejecutivos del Contrato Social por la Educación, agrupación cívica de la que forma parte Milton Luna Tamayo, actual Ministro de Educación, han dicho que “para luchar contra la violencia y los males de la sociedad es necesario trabajar desde la educación… caminar hacia la construcción fundamentada en derechos…”; y paralelamente, el señor Ministro informa que se analiza el pedido; y, que en las perspectivas de un Acuerdo Nacional por la Educación, se piensa en la implantación de una nueva escuela, y hace un llamado al diálogo.
Sería largo enumerar los problemas de la educación, pero, al parecer, a nadie importa el destino de las nuevas generaciones, nadie es capaz de hablar con claridad del incumplimiento recurrente del mandato constitucional contenido en solo 15 artículos de la vigente Carta Magna, educación no es política de Estado ni área prioritaria de la planificación oficial, no hay un Plan Nacional de Educación que determine el deber ser del sistema, de la sociedad y del país que se quiere construir de manera intencional, profesional y técnicamente planificado y estructurado que asegure el camino al desarrollo y el bienestar. No hay un programa sostenido de formación de Maestros y para paliar los graves problemas del sistema se improvisa gente que al no hallar cabida en sus profesiones de origen, decidieron hacerse “aunque sea profes” gracias al ingenioso plan llamado “quiero ser profesor” improvisado por el gobierno de la década perdida. Construir ciudadanía, sociedad, país, no es obra de empíricos o de aficionados que solo piensan en el voto de incautos para las próximas elecciones para su acomodo y perpetuidad en el poder.