Maduro y los colombianos

El presidente de Venezuela, señor Maduro, está dando muestras inequívocas de graves trastornos mentales unidos a una crueldad insólita para causar daño a las personas.

No cabe otra interpretación al trato inhumano al que somete a los ciudadanos colombianos residentes en la zona fronteriza. La historia de América Latina no registra comportamiento similar.

Al cierre de la frontera entre los dos países se suman la expulsión violenta de los colombianos y la destrucción o incautación de sus viviendas.

Los medios informan que la guardia nacional –imitando los peores días de Hitler con los judíos– señala las casas que deben ser derruidas y, a continuación, maquinaria pesada cumple tan inhumana medida.

Alrededor de 1 000 personas han sido expulsadas utilizando el puente que une a las dos naciones, y más de 5 000 han huido por caminos informales vadeando el río y llevando a hombros muebles y enseres, como camas, colchones, refrigeradoras, televisores y otros electrodomésticos, para salvar algo de lo adquirido a lo largo de varios años de residencia en Venezuela.

Muchos de ellos, informan las radios colombianas de la frontera, son portadores de la llamada “cédula chavista” que en su momento les fue proporcionada por el gobierno de Hugo Chávez, para que pudiesen votar a su favor.

Pero más allá del cinismo y brutalidad que implica la operación, causa profunda indignación la actitud contemplativa de la OEA, Unasur y todos los países latinoamericanos que guardan silencio cómplice ante tan brutales atropellos a los derechos humanos.

Si esos actos hubieran sido hechos por un gobierno que no sea parte de la trinca del socialismo del siglo XXI, ya se habrían reunido los jefes de Estado y emitido aguerridas declaraciones conjuntas llamando al mundo a actuar frente a tamaña salvajada.

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