Vale la metáfora para poner en contexto la situación de Venezuela cuando se acerca al momento de su liberación. Era incomprensible el silencio del siempre gallardo pueblo venezolano, mientras el chavismo hacía de las suyas. Silencio provocado por la fuerza del poder, por el control absoluto de todas las instituciones del Estado. Aun así, nada ha logrado evitar que el mundo escuche la voz de los rebeldes estudiantes venezolanos gritar a todo pulmón: “No les tenemos miedo…, no negociamos nuestro futuro con nadie”. Su ejemplo nos devuelve la esperanza a quienes desconfiamos de regímenes dictatoriales camuflados con ropajes revolucionarios que proyectan un futuro aparentemente inmutable. “Nada es permanente”, decía Heráclito de Éfeso.