El célebre científico alemán Alexander von Humboldt, luego de su largo recorrido por tierras americanas y por las de la Real Audiencia de Quito en 1802 (hoy Ecuador), a más de haber conocido su geología y vulcanología, también conoció a sus habitantes, lo cual le llevó a efectuar la siguiente aseveración: “Los ecuatorianos son seres raros y únicos: duermen tranquilos en medio de crujientes volcanes, viven pobres en medio de incomparables riquezas y se alegran con música triste”. Han transcurrido más de 200 años desde aquel pronunciamiento y todo parece indicar que el Sr. Humboldt tenía toda la razón.
Me referiré por ahora sólo al hecho de nuestra increíble pasividad ante las enormes amenazas que provienen de la privilegiada pero al mismo tiempo peligrosa ubicación geográfica de nuestro país, que a lo largo de su historia se ha visto afectado por innumerables fenómenos como terremotos, tsunamis, inundaciones, sequías, incendios y lo más reciente, pandemias.
¿Quién nos puede asegurar que todos y cada uno de estos fenómenos no se vuelvan a repetir? Por el contrario, debemos estar seguros que tarde o temprano volveremos a padecer estas calamidades. Ante esta realidad, la mejor y relativa solución es la preparación general de toda la población para disminuir los efectos de las mismas y la existencia de un organismo conductor con características suficientes de organización, planificación, entrenamiento, capacidad logística, reacción inmediata y mando unificado, que en este preciso momento ha quedado demostrado que constituyen las Fuerzas Armadas, quienes por su preparación permanente para enfrentar con éxito misiones aún más difíciles, serían ese organismo, desde luego contando con el respaldo legal suficiente y con el apoyo de las instituciones que deben cubrir otros aspectos relacionados con la seguridad, el orden, la economía, la salud, etc.