El 15 de junio, se cumple el trigésimo aniversario del infame asesinato del Mayor de Policía César Eduardo Zea López, quien fue inmolado en el cumplimiento de su deber y cuya trágica muerte lo elevó a la categoría de uno de los más emblemáticos héroes de la Policía Nacional del Ecuador.
Su fallecimiento se produjo cuando, perteneciendo a la gloriosa Unidad de Investigaciones Especiales (UIES), con el apoyo de otros policías intentaba detener en el norte de la ciudad, la aciaga noche de ese jueves en 1989, a los integrantes de una organización delictiva que había cometido varios desafueros en Quito, con asaltos y otros delitos que alteraron el orden público y atentaron contra la seguridad. Eran días en los que las bandas criminales internacionales empezaban a despuntar con inéditas formas de delinquir y sembraban la zozobra e inquietud en la sociedad ecuatoriana.
La impresionante forma en que los infractores de la ley acabaron con su vida, con ráfagas de arma automática y cuyos balazos destrozaron su cuerpo, ha quedado detalladamente relatada en una de las publicaciones realizadas por el Inehpol (Instituto de Estudios Históricos de la Policía Nacional) en lo que corresponde a la biografía de los héroes policiales. Luego de este penoso acontecimiento, la institución policial designó con justa razón a la UIES con el nombre de su mártir. Lamentablemente, en el gobierno anterior y por razones que no vienen al caso referir ni analizar, esta unidad policial desapareció, siendo reemplazada en su nueva versión que ahora se la conoce como ULCO (Unidad de Lucha contra el Crimen Organizado), que aún conserva el nombre de nuestro héroe y que ha retomado con éxito su trabajo en operaciones de Inteligencia policial, tendiente a prevenir y neutralizar las acciones del crimen organizado, en consonancia con su misión específica.