De montar y desmontar la bella escultura patrimonial, propiedad de todos los quiteños, en uno y otro lugar al antojo de quién lo decide. Es momento de librar de tanta ubicuidad al conjunto escultórico, tan representativo de una época especialísima de la historia del arte -principios de siglo XX-, y permitirle que lleve adelante su noble e inevitable lucha, solamente en una dimensión; la del tiempo, permitiéndole, por lo menos, hacerlo en una ubicación definitiva. Sugiero , por ejemplo: el parque Gabriela Mistral, donde podría alegrarse con el entorno florecido, la Plaza Foch, donde aportaría un ingrediente clasista a la escueta locación, el parque El Ejido, donde su “lucha” se llevaría a efecto de una manera bucólica, el mismo y novedoso Complejo Legislativo y/o tantos otros lugares que darían asiento y sosiego a su agotadora transhumancia…