Límites de la obediencia
En tiempos de Correa, la gente afín a la “revolución ciudadana” se comportaba como autómata, al obedecer ciegamente, sin que pudiera tener la posibilidad de reflexionar; ya que acataba sin miramientos los dictámenes del caudillo.
Correa, como que sentía que encarnaba la Constitución y leyes de la República; en este sentido, la obediencia ciega, anulaba totalmente las iniciativas que de hecho tiene todo ciudadano. Y a eso se debía, que cuanto más sumisos e incondicionales se comportaban los partidarios y la gente afín al ex presidente, menos espacio de maniobra les quedaba para pensar, crear o crecer.
Quienes lo obedecían ciegamente, siempre esperaban que les dijera qué hacer y cómo hacer, no había vueltas que dar.
En cambio, cuando un Presidente ejerce el poder de manera justa, lúcida, respetuosa y equilibrada, conforme lo viene haciendo el actual mandatario, es una muestra fehaciente de que respeta las leyes y a los ciudadanos; lo que indica, que lo que hace, tiende a ser en bien y adelanto del país, y no otra cosa.