El liderazgo se compone fundamentalmente de tres elementos: Una circunstancia, el líder que nace de esa circunstancia y los seguidores. Al faltar uno de esos tres elementos, el liderazgo se diluye y finalmente muere. Bajo estas consideraciones, es factible expresar que el liderazgo es un componente clave en la vida de los pueblos, la gestión adecuada en pro de quienes les sigan es la clave y de eso depende su permanencia en el tiempo.
En la viña del Señor hay de todo y de hecho ha habido y hay líderes positivos y negativos; estos últimos pululan en busca de deshonestos intereses, parapetados en seguidores que acolitan sus diabluras, otros a lo que han logrado confundir y los meramente cómodos que desde sus trincheras los apoyan bajo un manto de silencio que les hace cómplices.
La presencia indígena en el desarrollo del país es inminente, pero demanda un liderazgo comprometido con sus reales y justas aspiraciones. ¿Pero será factible cumplir con estas últimas?, si a la fecha cuentan con varios “lideres” que les representan e incursionan en la política atribuyéndose muchas veces roles que no les compete, cuestionando lo que hace y lo que no hace el gobierno de turno, sembrando odio y destrucción con sus hechos violentos y con una lengua bien entrenada para el engaño.
No queremos un pueblo indígena disperso, lo queremos en el corazón de todos los ecuatorianos, protagonizando acciones sensatas que incrementen su participación en los destinos de un Ecuador tan venido a menos luego de 14 años de un mandato hostil, pendenciero, mediocre y ojalá en breve desterrado para siempre.
Los Karanki, Natabuela, Otavalo, Kayambi, Kitukara, Panzaleo, Chibuleo, Salasaka, Kisapincha Kichwa Tungurahua, Waranka, Puruhá, Kañari y Saraguro, entre otros, son parte intrínseca de nuestra historia, de nuestra cultura y del orgullo de ser ecuatorianos.