Definitivamente, el líder no conoce o no entiende el mundo real. En la sabatina del 19 de este mes, enunció conceptos absolutamente divorciados de la realidad.
Así, afirmó que se ha comprometido con empresarios buenos que colaboran con su gobierno a que hasta el 2017, final del actual período presidencial, no se introducirán cambios en la nueva ley de impuesto a las herencias, a fin de que los negocios en marcha paguen la misma tasa de impuestos prevista en la ley actual.
Esta promesa, más allá de creer en ella, significa: He decidido quitarte la mayor parte de tu patrimonio, pero lo haré después de 19 meses. De manera que sigue invirtiendo y engordando tus empresas.
Y también: Ya quisiera tener en Ecuador empresarios modernos y no los trogloditas que confunden la propiedad con la administración, que no abren sus empresas y que se oponen a una mejor distribución de la riqueza.
Olvida que las empresas familiares representan entre el 80 y el 90% de todas las empresas en el mundo. Que las 500 empresas familiares más importantes emplean a 21 millones de personas y venden en conjunto 6,5 billones (millones de millones) de dólares, lo cual es equivalente a la tercera economía del mundo, solo después de Estados Unidos y China.
Por último, si como repitió hasta el cansancio, los nuevos impuestos a la herencia y plusvalía no tienen propósitos recaudatorios, pues el primero apenas producirá un ingreso anual de aproximadamente 50 millones de dólares, ¿cómo pretende con esa cifra corregir la desigualdad patrimonial?
Para situar en perspectiva, el impuesto a la renta en 2014 produjo 4 273 millones de dólares.