Los asambleístas oficiales creen que su eficiencia se mide por la cantidad, no por la calidad de leyes creadas. Que manden a colocar en el Pleno una balanza industrial para conocer el peso exacto de toda la papelería generada con leyes, edictos, aranceles, órdenes, estatutos, códigos, reformas, contrarreformas, decretos, enmiendas, tributos, preceptos, resoluciones y demás mandatos inconsultos.
Así, al final del día, podrían publicar en sus medios: “Hoy hemos producido 100 kilos de leyes”. Y ya que son tan productivos firmando disposiciones a millares surgir, ¿por qué no pensar en exportar tan revolucionarias leyes al exterior? De esa forma compensarían la caída de las exportaciones tradicionales.