El Ministerio de Cultura ha colocado un video en YouTube con el título ‘Nivel de lecturabilidad en el Ecuador’. En él, la ministra Erika Sylva habla del número de horas semanales que los ecuatorianos dedican a la lectura (?). Como el alegre uso de las palabras parece ser un rasgo revolucionario, la asambleísta María Augusta Calle propone incorporar, en la Ley de Comunicación, el parámetro ‘lecturabilidad’ para definir el ámbito local o nacional del medio impreso (?). Lo extraño es que ‘lecturabilidad’ tiene relación con aspectos tipográficos y lingüísticos, todo aquello que vuelve el texto asequible y comprensible para el lector. Este término no consta en el diccionario de la RAE, pero es el equivalente castellano del inglés ‘readability’ y está más relacionado con legibilidad, aunque no significa lo mismo. Tampoco es un neologismo, pues desde la década de los 50, varios autores (Rudolf Flesch, Rodríguez Diéguez) propusieron fórmulas para valorar y predecir la ‘lecturabilidad’ de los textos. En temas tan delicados como la cultura o las leyes, el esnobismo no puede sacrificar los conceptos al emplear palabras cuyo significado desconocen.