Durante muchos años, consideré que el expresidente de Uruguay, José Mujica, por su madurez, sensatez y cultura, había superado la etapa infantil de un dogmatismo irracional.
Seguí con interés sus actuaciones como primer mandatario de ese culto País, lleno de intelectualidad abierta y multidisplinaria. La tolerancia mostrada en sus años de primer mandatario, y, aún algún tiempo luego de su retiro de la presidencia, mostraban una imagen de ponderación y racionalidad.
Sin embargo, debo manifestar mi sorpresa ante un pronunciamiento que cae en el campo de la irracionalidad: cuando se le pidió opinión sobre lo ocurrido el 30 de abril de 2019 en Caracas, cuando una tanqueta arrolló, deliberadamente, a un grupo de manifestante, expresó, palabras más, palabras menos: “no hay que ponerse delante de las tanquetas”.
Bajo está “lógica” el pueblo jamás debería ponerse delante de las pistolas o cuchillos de los delincuentes, para evitar morir en los asaltos, ataques, o no debería manifestar su inconformidad con un gobierno.
Sinceramente he sufrido una profunda decepción sobre la evolución del ser humano, con respecto a la manera de pensar. ¿Es posible que por defender una ideología, justifiquemos atentados contra un derecho humano?
Es, a mi juicio, una demostración de que las mentes invadidas por el dogmatismo, no progresan en el campo del razonamiento.
Hoy día, mi admiración por José Mujica, ha llegado a su fin.