Me refiero a la nota de prensa “Agentes rastrean a 19 grupos violentos” y al artículo de opinión “Urgentes cambios por amenazas” del señor Miguel Rivadeneira, publicados el 21 de octubre en EL COMERCIO, y cuyos contenidos se relacionan con los aciagos días que vivimos hace dos semanas.
Muchas opiniones e ideas se han vertido en torno al bochornoso y deplorable fracaso de la Inteligencia estatal para detectar, anticipar, alertar y planificar las acciones de neutralización de la amenaza que al parecer se habría conocido con antelación por parte de diversos movimientos sociales, indígenas, estudiantiles y sindicales. No vale la pena insistir y abundar sobre este tema, por cuanto ya es claro y notorio.
Si en cambio, causa preocupación a futuro, que las amenazas contra la paz, la seguridad y el orden público y la institucionalidad, se encuentran ahora ocultas y en período de hibernación, por así decirlo. Estas amenazas que subsisten pese a que las protestas y movilizaciones fueron desactivadas temporalmente por los diálogos entre los actores de estos eventos, configuran otro escenario, lamentablemente pesimista y que debe ser anticipado y contrarrestado con todos los elementos y poderes que la Constitución y las leyes otorgan al Estado y al gobierno legalmente constituido.
Dentro de este contexto, no se puede soslayar el concepto y alcance de lo enunciado por el señor Rivadeneira: “El país de paz está alterado y por debajo está organizada una estructura armada y violenta que se exhibió en las últimas manifestaciones…” No sólo eso, esta estructura utilizó las movilizaciones y protestas populares como un campo experimental, para medir y evaluar la reacción y la capacidad operativa de FF.AA. y Policía ante este tipo de incidentes, y para ello ejecutaron operaciones violentas e inéditas para atentar contra las personas y el orden público.
Ya nadie duda de la existencia de este grupo organizado autor de una imprevista acción subversiva, que adiestrado operativamente y adoctrinado ideológicamente, puede pasar a una nueva etapa de su planificación ofensiva contra el poder constituido (ya se intentó derrocarlo) para imponerle determinadas condiciones de conducta afines a sus objetivos políticos. ¿Qué puede suceder si estos grupos se radicalizan y acceden a armamento bélico para continuar con su siguiente fase? En verdad urgen cambios ante las amenazas, de lo contrario como país nos veremos encaminados a reeditar los enfrentamientos fratricidas de conservadores y liberales del S. XIX y de los albores del S. XX o los funestos sucesos de agosto de 1932. En otras palabras, lo inimaginable y lo indeseable: el preludio de una guerra civil.