La repotenciación de la Refinería de Esmeraldas, a un costo de USD 2 200 millones fue un despropósito y una gran equivocación, debido a que se efectuó una reparación integral, a una planta obsoleta, que no fue diseñada para procesar el petróleo que actualmente se produce en el Ecuador.
En efecto, esta refinería fue diseñada por la UOP, en la década de 1970, para procesar petróleo liviano, esto es de 28 grados API en adelante, pero sobretodo de un contenido de azufre menor al 1%, acorde con la calidad de crudo que en aquella época se había descubierto. En la actualidad, la calidad promedio del crudo ecuatoriano es de 23.5 grados API y el contenido de azufre supera el 3 % , lo cual provoca que al operar la planta con este petróleo pesado, los rendimientos sean totalmente deficientes, presentándose paralizaciones permanentes, rápido deterioro de los equipos, altos riesgos para el personal, producción de derivados de baja calidad, nocivos para la salud, el ambiente y el parque automotor del país .
Lo que procedía era remplazar la refinería de Esmeraldas, por una nueva planta de alta conversión, apropiada para la refinación de los petróleos de bajo grado API y alto contenido de azufre, que son los que actualmente existen en las principales reservas del Oriente ecuatoriano.
Es penoso constatar que lo gastado en la reparación de dicha planta, más lo desembolsado en la Refinería del Pacífico, hubiera financiado por completo la construcción de esta nueva refinería, la cual se hubiera constituido en un pilar para el desarrollo del país. En vez de eso, el gobierno anterior le deja al país una planta obsoleta, con serias deficiencias en la reparación llevada a cabo, e inapropiada, para procesar el petróleo que el país está en capacidad de producir.