¿La justicia es soberana?
Poco ha cambiado desde la época en que la muchedumbre acontecida por una anécdota, con antorchas en mano exigía dar con la cabeza de un culpable para ejecutar una vendetta; hoy se lo hace a través de los medios electrónicos, que permiten levantar el madero en llamas desde la seguridad que brinda una pantalla de pocas pulgadas.
Es ilógico suponer que los problemas del humanismo se resuelvan saciando pasiones, exteriorizadas a través de una máquina. En un momento de extrema excitación se obliga a tomar el camino de lava con las consecuencias irremediables que supone.
Es fácil destruir aquello que se cree no merece tener vida lanzando punzadas con palabras, y pedradas a solo un botón de distancia. La ley de donde se deriva la justicia es un invento del hombre para el bienestar del hombre, pero se olvida que el Supremo omnipotente para unos, o el aleteo de la mariposa para otros; acorde al perfil síquico del ser, decide el balance al final de una conducta.