Julio César Trujillo, ejemplo a seguir

Montaigne decía, “el hombre debe vivir hasta cuándo debe, no hasta cuando le place”; y Julio Cesar Trujillo, así lo hizo.

Seguramente su vida ya no le era placentera, dado su quebrantado estado de salud; pero antes de hacer las maletas para partir, quiso cumplir con dos deberes supremos; el uno, existencial; que impone la naturaleza a todo ser humano: seguir caminando el último tramo; y el otro, patriótico; que le pidió su pueblo: ser el obrero del faraónico edificio institucional que requería la nación; para lo cual tuvo que enfundarse su viejo overol de honestidad, y el protector casco de la ética, utilizados en innumerables construcciones cívicas realizadas durante el político peregrinar.

Su activo, fecundo, y longevo transitar por este mundo, debe servir de ejemplo, para aquellos que creen que la tarea de un hombre en esta vida, se extingue un poco más allá de las doce del meridiano.  

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