No soy periodista pero sin embargo por la prensa no estoy ajeno a los actos y situaciones que se producen en el país y fuera de él. Con el señor Ochoa al frente de la Supercom hubo tediosas y groseras imposiciones sobre rectificaciones y además relativamente seguidas a los medios de comunicación independientes del gobierno de la década pasada, me hizo tener idea que vivíamos en una auténtica dictadura, y no soy el único.
Puede ser que haya habido ocasiones en que sí se justificaba lo que el señor Ochoa ordenaba, pero la manera de imponer nunca ha sido mi forma de proceder. Lo mejor es el diálogo y podemos ver que hoy los medios del Estado, que antes prácticamente eran ignorados por la mayoría de ciudadanos; ahora, bajo la dirección del señor Michelena han mejorado su programación, al mismo tiempo que ya no molesta la Supercom a los medios independientes. Los ciudadanos tenemos derecho a escoger libremente el medio que deseáramos, y si alguien comete un exabrupto se le debe solicitar que rectifique o compruebe lo que indica, pero no debe actuarse de una manera casi dictatorial como fue anteriormente, en la cual la Supercom se constituía en investigador, acusador, juzgador y ejecutor de sanciones por lo que les era incómodo o no les gustaba aparentemente, muy parecida a la manera de actuar al mandatario a quien seguramente obedecían. La Asamblea, hace bien llamarlo para que explique públicamente su accionar y al mismo tiempo de acuerdo a lo que dictamine la conciencia de los asambleístas sea o no sancionado, censurado, él y sus “lugartenientes”.Considero que sí debe ser sancionado para sentar precedentes y que nunca vuelvan a repetirse actos como los que sucedieron en años pasados.