Jóvenes sin Dios ni ley no asisten a sus planteles educativos para vagar o lo que es más grave aún concurrir a casas donde les permiten beber alcohol, consumir drogas, tener relaciones íntimas; pues a muchos padres no les interesa saber con quién andan sus hijos y, por tanto, no se dan cuenta de las irregularidades que cometen.
Se rompe así la trilogía padre, maestro y alumno que debe existir para que la educación marche por el camino recto. La educación fiscal anda mal, en parte, porque no hay responsabilidad familiar, pues la educación empieza en el hogar y debe insertarse en la comunidad con derechos y deberes. Con esta actitud quemeimportista, los padres renuncian voluntariamente a ayudar en la formación de sus hijos.
Se ha dado casos de agresiones físicas de padres de familia a maestros porque los citan para tratar del mal rendimiento y comportamiento de sus representados; los docentes con el derecho que les asiste los han demandado. En este ambiente hostil la gran perdedora es la educación. La más grave falta es no tener conciencia ninguna de directivos y maestros deben insistir en incorporar a los padres de familia al proceso educativo, aunque la situación sea difícil; el futuro de la educación está en el presente: que los padres se interesen de la responsabilidad que tienen como personas y progenitores.