Uno de los principios básicos que nuestros padres sembraron en nosotros era el respeto a la propiedad ajena.
El dicho que lo teníamos bien aprendido era aquel de “Ni ojo en carta ni mano en plata”.
Adagio sencillo, pero de gran contenido. La honradez era un requisito sin el cual no se podía ser un caballero. Pero súbitamente llega a la escena política la llamada Revolución Ciudadana y esta trastoca los valores: es cómo si Alí Baba y los 40 ladrones se hubieran apoderado de la “isla de la paz”.
Hace ya más de un año que observamos atónitos y alarmados un panorama de corrupción espeluznante nuestra Isla de la paz fue convertida en una “isla de los piratas”.