Sin duda, durante el presente régimen el país no ha vivido una época de respeto ni de expansión de la democracia, sino todo lo contrario; lo que ha
conllevado para que el presidente se vuelva totalmente intolerante. Su intolerancia, se ha convertido en un verdadero y real irrespeto a las diferentes opiniones y formas de pensar que debería primar entre los ecuatorianos; la intolerancia del jefe de Estado ha llegado incluso hasta a amenazar de muerte la escasa democracia que aún nos queda. Vemos cómo el país anda totalmente desmoralizado y de tumbo en tumbo, no solamente por la terrible violencia sino por las tantísimas situaciones negativas que hoy mismo estamos viviendo y atravesando. Al volverse intolerante el presidente, en el país, automáticamente, comenzó a reinar la injusticia, la sinrazón, y, lo que es más, la falta de libertad, sobre todo la libertad de expresión. Si la democracia es el gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo; lo que debería guiar las acciones del presidente –y eso de ninguna manera está sucediendo-, es la búsqueda a ultranza del bien común; lamentablemente, aquello se halla rezagado y postergado por el momento, y quién sabe hasta cuándo.