Toda medida que se encamina al servicio popular, toda acción que se perfila para la recuperación la patria, que se nos arrebató, inicialmente con la Colonia y luego en la República, con el paréntesis de la Alfarada (en Ecuador) y raras excepciones, genera reacción airada y desesperada de quienes lo hicieron, porque aquellos que en el ayer mancillaron nuestros países, son los ascendientes de los que hoy se sienten lastimados con las actitudes de justa recuperación de lo nuestro, porque las naciones no son de los arrebatadores, sino del pueblo. La justicia los lastima, inclusive los envilece, porque ellos engreídos son los mismos que históricamente nos han explotado e inclusive devastado, pues no olvidar lo que dejó escrito el arrepentido sacerdote esclavista Bartolomé de las Casas, que en la conquista y la Colonia, a los “indios más débiles, se los eliminaba, para luego despostarlos como ganado y venderlos en el mercado como cuartos de bellaco, para alimento de los perros de caza”.
El caso es mucho más grave cuando les “tocan el bolsillo”. A muchos de ellos, les duele más devolver lo que se han llevado. Tenemos que estar alertas y firmes para defendernos. La verdad aunque duela.