Cuando nos informan que, cerca de 14 millones de dólares diarios han sido saqueados de nuestros bolsillos, durante 14 años, dando un total de 70 000 millones de dólares, el común de los cristianos se cae de espaldas. Cuando conocemos que, alrededor de 2 400 quintales de droga han sido detenidos por las autoridades policiales, se estremece toda la sociedad. Cuando nos enteramos que, 450 muertes violentas, tipo sicariato, perturban la tranquilidad de las ciudades costeñas, el insomnio se apodera de los vivientes, conviviendo junto al miedo de ver cómo los pandilleros se reparten el país a balazos. Para colmo, 35 000 licencias falsas circulan por todo el territorio nacional, estremeciendo a los inocentes que todavía confían en las autoridades. Aterra saber que en las cárceles ecuatorianas se matan entre los delincuentes, mientras disfrutan alegremente de sus drones, drogas, celulares y armas de fuego que les llegan por todo lado. Para completar este espectáculo dantesco constatamos que de la Asamblea brotan con inusitada frecuencia los casos de corrupción y que los dictámenes de las salas de justicia no son respetados. La Fiscalía ya no puede más frente a tanta depravación.
Es ahí, cuando abrimos los ojos y descubrimos que estamos viviendo en la antesala del Infierno, donde conviven hombres amadores de sí mismos, avaros, ladrones, mentirosos, soberbios, irrespetuosos de la vida humana, calumniadores, crueles, traidores y aborrecedores de lo bueno. Nos despedimos para siempre del Ecuador, isla de paz. La última esperanza que nos queda es la de cobijarnos bajo las alas del Omnipotente implorando su misericordia.