El gigante asiático ha sucumbido a la tentación de desarrollar un programa de exploración espacial, que contempla el envío de una sonda hasta las proximidades de la superficie lunar, pretendiendo a través de esta galáctica misión honrar el apelativo de “país emergente” que le ha otorgado el club de los reinos poderosos, y al cual anhela pertenecer lo antes posible, aunque para eso tenga que soslayar el hambre de una parte de su pintoresco pueblo.
Quizá, con este gasto, desplegado para estampar su nombre más allá de la estratosfera y a pocos kilómetros de la agredida capa de ozono, la India tranquilamente podría haber implementado una paradigmática iniciativa ecológica, encaminada a descontaminar las nauseabundas aguas de su agonizante Ganges, en aras de contribuir con un granito de arena, al salvamento del también moribundo planeta Tierra.
Qué diría Majhadma Gandhi al ver que su rueca, símbolo de unión, paz y resistencia antibritanica, hoy, apenas a siete décadas de su muerte, ha sido sustituida por una desquiciada exploración hacia la luna. Eso sí, este paranoico hito en la historia del milenario país de las abismales diferencias sociales, es un símbolo de poderío económico, dicen.