El coronavirus no sólo que está paralizando la actividad de todos los sectores de la humanidad sean estos científicos, sociológicos, educativos, económicos y/o medicinales, sino que está deteniendo el progreso de la Humanidad en su conjunto, peor aún, está llevándose a nuestros seres queridos, quienes, ni siquiera tienen la oportunidad de despedirse de nosotros en los momentos más cruciales de su existencia. Esta pandemia no ha respetado ni pueblos ni naciones ni fronteras, salta de un lado para otro, de un continente a otro. Este mal se está casi burlándose de la Ciencia, la cual, no obstante, su gran avance no encuentra todavía la cura definitiva.
Parece ser que no hay hogar que no tenga un conocido, o un pariente que se libre del ataque tan brutal de este bicho escurridizo, que está atormentando al saber científico del mundo desarrollado, y amén, cuando este virus haga de las suyas y se introduzca en continentes más pobres como podría ser el Continente Africano con sus más o menos 1.300 millones de habitantes…
Movido por un sentimiento egoísta, expreso mi dolor por el fallecimiento el 18 de enero pasado de una sola persona, de Marcia Stacey Chiriboga y no de las decenas de miles de muertes que ha causado esta epidemia. Marcia era una gran mujer, una investigadora, una genealogista, quien aparte de sus atributos como investigadora, Marcia era una persona amable, cariñosa, bondadosa, con mucho don de gentes, recibía en su casa de Tumbaco a parientes y amigos, alrededor de su mesa, sea para tomar un copioso té, un almuerzo o una cena. Su hogar era el centro de reunión de amigos y parientes. Escribió una veintena de libros, entre otros que yo me acuerdo: “Mis Memorias”, “El Señor de las Rosas”, “El Coronel Stacey”, “La ciudad de Loja”, “De Catamayo al Cisne”, “Mis Memorias de Moscú”, “Maraviiias de Loja”, etcétera.
Marcia era viuda de mi pariente, lojano, General de División, José Valdivieso Arias, quien falleció con cáncer en 1995.
Adiós, mi recordada Marcia.