Cada mañana el ciudadano común y corriente inicia el día lleno de inquietudes, expectativas, incertidumbre, inseguridad etc., que le mantienen en una permanente zozobra. La principal causa de esta angustiosa situación es sin duda el aspecto económico que cada día influye más intensamente en su estado de ánimo que se ve afectado por las innumerables y frecuentes cargas tributarias tanto fiscales como municipales.
Hace pocos días entró en vigencia por el Ministerio de la Ley una nueva Reforma Tributaria que a no dudarlo incidirá gravemente en la economía ciudadana, pues a más del pago que esto supone, automáticamente se produce un incremento en el precio de productos y servicios de toda clase con la consiguiente inflación que es nada menos que otro impuesto. Ahora nos encontramos con la desagradable noticia de que
el Municipio Metropolitano adoptará ciertas medidas tributarias, tales como una nueva revaloración de predios, impuesto a la compra venta de bienes, contribución para mejoras y obras viales etc. Pero quizá la peor de todas es el impuesto predial en lo que más énfasis pone el Municipio y que con toda seguridad será objeto de un ‘agresivo’ incremento haciéndole más caro y gravoso de lo que ya es, de lo que no tenemos la menor duda.
Es de todos conocido que la obra municipal deja mucho que desear pues nada efectivo se ve, el tráfico es un caos, los semáforos sin sincronización causan accidentes, los huecos del pavimento están por todas partes, el Centro Histórico está ya deteriorándose con la presencia de informales, no hay una adecuada iluminación y señalización en vías de alta velocidad y riesgo como la avenida Occidental y la Simón Bolívar, etc. Sería muy largo enumerar las deficiencias de la administración municipal a la que ni el incremento de ingresos reemplazará en su falta de planificación y ejecutividad.
Los integrantes de la Comisión de Presupuesto del Municipio que está a cargo de este asunto, deberían darse cuenta de que los ciudadanos ya no soportamos más impuestos y revisiones de las cargas municipales existentes que nos hacen la vida imposible y hacen de nuestra bella y querida ciudad, el “Quito que no queremos”.