Considero que la mejor forma de obtener un criterio y conocimiento es dudar de todo lo previamente establecido. Quizás el mejor conocimiento es aquel que nace de la curiosidad y de la duda.
Un día, un profesor les enseñó a sus estudiantes un tema muy importante en clases, todos ellos asumieron la veracidad de lo enseñado, solo por el hecho de que el profesor lo dijo. Al siguiente semestre, otro profesor de otra materia le hizo al mismo grupo de estudiantes una pregunta sobre ese mismo tema, entonces una alumna alzó la mano y pidió participar, muy segura de sí misma, repitió exactamente lo que le habían enseñado el semestre anterior. El profesor sonrió y le dirigió una mirada desafiante pero comprensiva, como si ya hubiera vivido esa historia antes. “¿Estás segura?” preguntó el profesor, “Por supuesto, me lo enseñaron así el semestre pasado” dijo la alumna.
El maestro les pidió a todos abrir la Ley que regulaba dicho tema, y, para sorpresa de todo el curso, esta mencionaba cosas diferentes a las que la estudiante que participó había defendido con tanta convicción. El docente les contó que no era la primera vez que un estudiante contestaba con esa errónea respuesta y les aconsejó, que antes de asegurar algo solo porque otra persona lo dijo, se aventuren a realizar su propia investigación y a siempre contrastar lo aseverado por alguien más con información y fuentes fiables. En efecto, ninguno de ellos había abierto la Ley para investigar y contrastar dicho tema, ninguno de ellos había dudado…
Estimado lector, considero que esa historia ejemplifica cómo la duda es uno de los elementos más importantes para la correcta formación del conocimiento. Pensemos, dudemos e investiguemos siempre que podamos.
Concluyo invitándolos a reflexionar, qué sería del mundo, si hombres como Da Vinci, Charles Darwin o Isaac Newton no hubieran sido tan valientes para dudar, en una época en la que estaba castigado hacerlo.